OTAN Y LA SEGURIDAD INTERNACIONAL. LA HISTORIA SE REPITE, PERO A LA INVERSA

Entre los años 30 y 40 se produjo una situación parecida, en la gran fotografía global de ese entonces. En un mundo dividido que no pudo curar las heridas de la Gran Guerra, se produjo la invasión italiana de Etiopía de 1935, los ensayos militares del blitzkrieg y otras tácticas militares de las grandes potencias durante la guerra civil española (1936-1939), la invasión alemana de Checoslovaquia, la toma de la región de los Sudetes en Austria, como prólogo a la II Guerra Mundial, la hecatombe nazi y el inicio de la era atómica en 1945, sobre los restos de Hiroshima y Nagasaki. Se trató de una serie de acontecimientos políticos y militares que derrotaron abrumadoramente la política de apaciguamiento del vetusto canciller británico Neville Chamberlain.  De la aplastante derrota alemana de 1945, surge la confrontación ideológica entre el Este y el Oeste que marcaron la segunda parte del siglo XX.

Ahora, luego de la fútil y engañosa finalización de la Guerra Fría (1945-1991) que cantaron tanto Reagan como Fukuyama, suceden cosas similares, pero a la inversa, con ocasión de la guerra en Ucrania. Por vez primera en el siglo XXI el mundo se calienta de tal modo por cuestiones geopolíticas, que está un paso más delante de la confrontación militar entre potencias grandes y medianas, sin ningún orden preestablecido. Como lo dice el Atlas de Balance Militar 2024, estamos en una era de incertidumbre e inseguridad[1]

Por un lado, la hegemonía comercial china traspasa el espacio mercantil y se aproxima al escenario geopolítico, en medio de la conformación de los BRICS y sus diversos acercamientos con el Sur Global. China ejerce poder vecinal, alarga su influencia en otros territorios. La situación en el Estrecho de Taiwán y la tensión en la península de Corea es un recordatorio de lo frágil de la paz en el mundo. La situación se agrava con el sombrío panorama en todo el Medio Oriente, desde el genocidio en Gaza promovido por Netanyahu con el decidido apoyo del gobierno de Biden[2], las tensiones en la Península Arábiga por las incursiones hutíes contra el comercio en el Mar Rojo, sino también la creciente presencia de Irán a través de organizaciones que le son afines. Por el otro, los vaivenes políticos dentro de EE. UU, pueden determinar el retorno del MAGA y del aislacionismo propio de Trump y subordinado a este, el partido republicano.

Desde 1991, se produce la ampliación del espectro de la OTAN más allá de sus fronteras originales, en medio del crecimiento desmedido de la inmensa industria militar norteamericana: 1 trillón de dólares anuales; según la organización World Beyond War, 3% de ello, es decir US$ 30 billones, podrían acabar con el hambre en el mundo[3]. Ahora bien, mediante un complejo sistema de alianzas y programas que llegan incluso hasta América Latina (caso de Colombia), el Departamento de Defensa impulsa un obsoleto expansionismo (aproximadamente 750 instalaciones militares distribuidas en el mundo), más allá de lo razonable. Luego, esta alianza de “defensa colectiva”, se expande progresivamente hacia el Este (ahora, la OTAN tiene 1300 kms de frontera con Rusia), a pesar de lo que recomendaron en 1997[4] analistas y políticos norteamericanos, evitando toda forma de dialogo político con Rusia.

Recientemente incorpora como miembros plenos a Suecia y Finlandia, vecinos de Rusia. Recientemente, los países de la alianza realizan los mayores ejercicios militares de su historia. Ante la crudeza de lo evidente, es decir la posible derrota de Ucrania, se abre la posibilidad de presencia militar europea en territorio ucraniano, con todo lo que ello significa: objetivamente, crece la amenaza del riesgo nuclear en el mundo[5].

Por su parte, Europa apuesta por su industria armamentista a decir de la sra Van der Leyden con su presupuesto de 1500 millones de euros y su Estrategia Industrial Europea de Defensa (EDIS) y el Programa Europeo Industrial de Defensa (EDIP). Ahora, resulta que el principal componente de cohesión no es la economía ni la integración de los 27, sino los asuntos militares. Por su parte, y en plena carrera electoral, el expresidente y ahora candidato Donald Trump reta a los países de la alianza a que se defiendan ellos mismos. 

Queda la enorme duda si la política exterior de los EE. UU. promueve la paz, la estabilidad, democracia y los derechos humanos o en realidad promueve la guerra, la proliferación de armas y los intereses corporativos. Un dato adicional que ha sido señalado por el documento elaborado para candidatos al Congreso[6]:  desde la Segunda Guerra Mundial, EE. UU. ha ayudado a destituir a 36 gobiernos extranjeros, ha interferido en 85 procesos electorales, ha intentado asesinar a 50 líderes foráneos y ha arrojado bombas en más de 30 países.


[1] https://www.iiss.org/publications/the-military-balance/2024/chapter-1-era-of-insecurity/

[2] EE. UU ha vetado 47 resoluciones sobre Israel en la OINU, 80% de las importaciones de armas de Israel provienen de EE.UU. Fuente: https://progressivehub.net/wp-content/uploads/2024/01/FPPrimer202401-G.pdf

[3] https://risingupwithsonali.com/raising-public-awareness-of-u-s-military-spending/  

[4] https://www.armscontrol.org/act/1997-06/arms-control-today/opposition-nato-expansion

[5] Número de cabezas nucleares: Rusia (5889), EEUU (5224) , China (410).EEUU se niega a eliminar la política del primer uso, eliminar los ICBM (misiles intercontinentales), sacarlos de Alemania, Italia, Turquía, Países Bajos, Bélgica y UK, reducir los 1700 artefactos desplegados, de los que 400 se encuentran en silos listos a ser usados.

[6] Foreign Policy Primer for US Congressional Candidates:  

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