¿Qué podemos esperar la de Cumbre UE – CELAC del 17 y 18 de julio?

Jose Cornejo, Magister en Filosofía, analista internacional.

Una nueva Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE) y CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y caribeños) tendrá lugar los días 17 y 18 de julio en Bruselas bajo la presidencia española. Luego de 8 años de estancamiento, debidos en parte, a la pandemia del COVID y las fracturas políticas entre los países latinoamericanos sobre la integración regional, pero también, al desinterés de la UE por nuestra región; esta cumbre busca subsanar este enfriamiento en momentos en que en la escena internacional asistimos a una recomposición acelerada de los actores globales en vistas del surgimiento de un mundo cada vez más multipolar.

En preparación a esta Cumbre, el pasado 7 de junio, la Comisión Europea ha presentado una propuesta sobre la futura estrategia para las relaciones entre la UE y ALC, Una Nueva Agenda para las Relaciones entre la UE y América Latina y el Caribe (https://www.eeas.europa.eu/eeas/new-eu-agenda-latin-america-and-caribbean_en). Esta agenda centrada en los temas de la seguridad, el comercio, cambio climático y la transición energética, busca dar un “salto adelante” a las relaciones entre la UE y la CELAC en estos tiempos turbulentos. Según cifras del 2021, la UE sigue siendo el principal inversor extranjero en la región (36% del total de la IED), sin embargo, Josep Borrell, el alto representante en política exterior de la UE, alertaba en la presentación de la Nueva Agenda, de la creciente presencia de la República Popular China como un competidor importante en nuestra región.

El documento desvela los puntos de interés y la mirada de la UE sobre la alianza estratégica que busca proponer a los países de la CELAC. Mas allá del listado retórico de fortalecer un partenariado para promover la paz, la seguridad y los DD.HH.; incrementar el comercio sostenible y construir sociedades inclusivas para avanzar en los objetivos 2030 de las Naciones Unidas y avanzar en una transición energética y digital verde y justa, ¿qué es lo que realmente podemos esperar de esta Cumbre UE-CELAC a medidos de julio?

Lo primero que tenemos que darnos cuenta es que estamos hablando de un encuentro de dos animales políticos de especies muy diferentes. La Unión Europea es una poderosa organización con cerca de 70 mil funcionarios y agentes que se rige por normas y acuerdos vinculantes entre todos los estados miembros. Por otro lado, tenemos a la CELAC que es un foro intergubernamental de diálogo político, que si bien, bajo el liderazgo de México y Argentina, ha superado su estancamiento político, la integración latinoamericana sigue en crisis y no produce otra cosa que declaraciones de buenas intenciones sin ningún carácter vinculante.

En segundo lugar, el interés de la UE en importar materias primas estratégica para la transición energética como el litio (Argentina, Bolivia y Chile concentran el 60% de las reservas mundiales de este mineral) y energía (combustibles fósiles y energía limpia), choca con el interés de muchos países de la región de superar la condición de países primario-exportadores y abordar seriamente el desafío de una neo industrialización. En su discurso de presentación del documento sobre la Nueva Agenda, Borrell afirmaba que A. Latina tiene una riqueza en bio diversidad y materias primas estratégicas y la UE tiene capacidad tecnológica y de inversión que generan las condiciones ideales para una alianza de socios fiables. Esto suena al discurso tradicional de una división del trabajo Norte-Sur, muy cara a Borrell, entre el “jardín y la jungla”, que no es precisamente a lo que aspiran la mayoría de los países latinoamericanos que buscan como romper con esta división neocolonial del trabajo a nivel global. Un acuerdo comercial entre estos dos bloques tan asimétricos bajo estas premisas no hará sino reforzar las desigualdades ya existentes.

 La emergente industria de vehículos eléctricos es, por ejemplo, una ventana de oportunidad para América Latina para aprovechar sus reservas de litio y reindustrializar el sector automotriz en Brasil, Argentina, generando un efector multiplicador en la articulación productiva en la región. Pero esto solo es posible si abandonamos el paradigma de inserción en la economía mundial que nos propone el documento de la Nueva Agenda promovido por Josep Borrell.

En tercer lugar, la UE sigue proclamando en la Nueva Agenda su compromiso con el desarrollo limpio para construir sociedades inclusivas, al mismo tiempo que día a día somos testigos de los clivajes sociales que están minando las sociedades europeas y creando el caldo de cultivo que está permitiendo el surgimiento de populismos de extrema derecha en varios países de la UE. “Las desigualdades sociales están matando la UE” señalaba el titular de El Confidencial de España para explicar el zarpazo electoral del Vox en las recientes elecciones regionales. Frente a los violentos incidentes urbanos hace unos días en Francia, Philippe Rio, alcalde de Grigny, explicaba la causa de los disturbios por razones sociales. Desde el 2005 las desigualdades sociales no han dejado de crecer y hoy en día en su ciudad, 50% de la población vive en la pobreza. La UE hace tiempo que ha dejado de ser el “jardín” que nos quiere vender el Sr. Borrell y las políticas neoliberales han destruido el tejido social que había creado en otros tiempos el estado de bienestar. Nos preguntamos como la UE puede promover una igualdad social en sus acuerdos internacionales que no practica más en casa.

En cuarto lugar, la UE ha buscado desde sus inicios presentarse como la vanguardia en la lucha contra el cambio climático y la agenda ecológica. Hay muchos aspectos que podríamos tocar en este amplio tema, pero quiero enfocarme en el “colonialismo molecular” que ha denunciado el 2021 ante el Parlamento Europeo, la investigadora brasileña Larissa Bombardi. En los pasado años Brasil se ha convertido en uno de los primero países agroexportadores, sobre todo de harina de soja. Esto ha costa de una agresiva desforestación de la amazonia, que, al mismo tiempo, ha estado acompañado de una disminución en los cultivos de alimentos de pan llevar en Brasil, fragilizando así su seguridad alimentaria. Esta agresiva política agroexportadora solo es posible por la gran cantidad de pesticidas (agrotóxicos) que demanda esta industria y que son importados mayormente de la UE. Y ahí salta una de las contradicciones que desnuda la pretendida política “limpia o verde” de Bruselas. Sucede que la UE autoriza la exportación de pesticidas, como el Acephate, la Atrazina, el Paraquat Dichloride, que están prohibidos de ser utilizados en las actividades agrícolas europeas. Este doble discurso en un tema central de contaminación ambiental y de daños colaterales a la salud pública, empañan la credibilidad que la UE trata de forjarse como una vanguardia y ejemplo de la lucha ecológica.

Para concluir. Este enfriamiento de las relaciones entre la UE y la CELAC, más allá de las asimetrías y contradicciones señaladas, dista mucho de poder recuperarse en un futuro próximo. Las orientaciones geopolíticas dominantes en cada bloque son, por el momento, bastante contrapuestas. Por el lado de la UE hemos asistido a una pérdida de autonomía estratégica y un alineamiento incondicional con los EE. UU. que algunos analistas han denominado la Otanización de la UE. Por el lado de la CELAC, y no sin muchas discrepancias internas fuertes, hemos asistido más bien, a una búsqueda de una mayor autonomía estratégica frente a las potencias mundiales, buscando recuperar un protagonismo perdido para América Latina en la escena internacional. Además de Brasil, país fundador de los BRICS, México, Argentina, Venezuela, han manifestado su deseo de ingresar a este foro multilateral mundial. Hoy en día la expresidenta Dilma Rousseff ocupa el cargo de presidenta del Banco de los BRICS, que se presenta como una alternativa financiera sólida para los países del Sur, frente al Banco Mundial y el FMI. Brasil está promoviendo la desdolarización del comercio intrarregional y el uso de nuestras monedas locales.

La UE, es y seguirá siendo un socio comercial y político para la región latinoamericana, sin ninguna duda. Buscando nuestra autonomía estratégica en la conformación de un mundo más democrático, equitativo y multipolar, debemos avanzar en una relación fraterna y de beneficio mutuo con la UE, sin perder de vista nuestros intereses soberanos que pasan por ahora por reforzar nuestra integración regional y nuestro no alineamiento ante las tensiones geopolíticas actuales.

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