En estas últimas semanas, Washington pisa fuerte en América Latina, tratando de recuperar espacio perdido en la región, con otros competidores globales (China, Rusia, Europa).
- Provocó la militarización de la frontera en ambos lados. Se produce un freno a la migración al país procedente de América Central y México, mediante una agresiva política criminalizante dentro de EE. UU basada en la detención y expulsión masivas;
- Escalada, ofensiva total y demostración de poder naval en el Caribe y el Pacífico en su lucha antinarcóticos, que incluye la posibilidad real de una intervención terrestre en América del Sur (ataque localizado en Venezuela); ataques militares a embarcaciones, despliegue de medios diversos: buques, portaviones, submarino nuclear y medios aéreos diversos; además de autorización de posibles operaciones encubiertas de la CIA y descertificación y sanciones contra Colombia;
- Limitó la presencia china en Panamá, Argentina y Perú mediante distintas acciones diplomáticas respecto del Canal, de una base en la Patagonia o un puerto alterno al de Chancay.
- Alto apoyo político a gobiernos amigos de Millei, Bukele y Noboa; comercio, seguridad y finanzas; priorización de políticas bilaterales pese a la ruptura del esquema hemisférico del libre comercio.
- Contención de cualquier retaliación política a cargo de la CELAC, Brasil, México, potenciales contrincantes regionales; ofensiva contra sus rivales políticos, dentro y fuera de EE. UU;
- Una muestra del “excepcionalismo” norteamericano: uso de concepto de narco terroristas, conflicto armado, debilitamiento de derecho y la legalidad internacional, a nivel interno evita la autorización del Congreso, a medio paso entre violación de soberanía e impunidad.