R. Soberón, analista peruano
Se cumplen 200 años de la proclamación de lo que tiempo después se denominaría la “Doctrina Monroe”, en homenaje al presidente norteamericano James Monroe en cuyo mandato se proclamó (en realidad fue impulsada por su Secretario de Estado, John Quincy Adams). Originalmente, fue pensada para evitar cualquier intento recolonizador por parte de las potencias europeas reunidas en una Santa Alianza. Mal interpretada por sucesivos gobiernos de Washington de finales del siglo XIX y todo el siglo XX, en la práctica sirvió como instrumento sustancial para sentar la predominancia y hegemonía política y militar de EE. UU en el hemisferio occidental, desde el Río Grande hasta la Patagonia. Entre 1877 y 1881, el presidente Hayes declaró Centroamérica y el caribe como región de “influencia exclusiva” de EE.UU.
Particularmente, el capítulo del Corolario Roosevelt (1904), bajo el cual se produjeron intervenciones en América Central y el Caribe. La política del garrote (big stick), el ejercicio de tareas de policía fuera de sus fronteras (México 1848). Intentos de replicarla en la década del 30 y 40 como parte del principio de autodefensa y defensa de sus intereses en toda América Central y el Caribe. Más allá del hemisferio, intentos de replicarla por parte de la Alemania nazi en Europa Central y el Japón Imperial en el sudoeste asiático.
Después de la segunda Guerra, vendría el período de la confrontación Este Oeste en medio de la Guerra Fría, primero lejos del hemisferio (Corea, Vietnam, la descolonización africana). Hasta que sobrevino el triunfo de la Revolución en Cuba (1959). Curiosamente, aparecen términos como la zona de influencia, la política del “buen vecino” de Kennedy…hasta llegar al concepto de extraterritorialidad e inmunidad del que gozan gran parte de funcionarios no diplomáticos. La Guerra contra las Drogas iniciada en 1971 por Nixon, fue seguida por la Guerra contra el terrorismo de Bush el 2001, como instrumentos capaces de proyectar poder y hegemonía a nivel global y regional. Curiosamente, el 2013, el Secretario de Estado John Kerry, luego de la reapertura de relaciones con Cuba y el Acuerdo de Paz en Colombia, señaló que la era de la Doctrina Monroe había llegado a su fin.
Entre 1900 y la actualidad, han sido mas de 20 las ocasiones en las que agencias, organismos o representantes de los EE.UU han intervenido en asuntos domésticos de países de América Latina, bajo distintas modalidades: presiones indebidas, golpes de estado, asesinato de líderes de oposición, bloqueos sin fin, influencia indebida: Cuba, Haití, República Dominicana (1904, 1915), Guatemala, Nicaragua (1909, 1912 y 1926), para no señalar más recientemente, Chile, Bolivia, Perú, los países del Cono Sur con la Operación “Cóndor”, la infausta guerra contra las drogas (1989-2023) que echó la culpa del problema a los países productores, entre los más nefastos capítulos.
Oscuros capítulos de sucesión dictatorial de nuestra historia moderna, se vivieron en su nombre: desde la dinastía de los Somoza en Nicaragua, los Duvalier en Haití, Rafael trujillo en República Dominicana y Stroessner en Paraguay, así como numerosas juntas militares en Brasil, Argentina, Uruguay, fueron activadas, fortalecidas y o protegidas en su nombre.
Es decir, hemos pasado de la intervención directa (Granada), a los golpes de estado (Bolivia, 2019) y ahora, a los lawfare: “Es una guerra política por la vía judicial-mediática, con intereses económicos, políticos y geopolíticos ocultos a la opinión pública”[1]. El último de los cuales sucedió en el Perú (diciembre 2022). En la actualidad, bajo el manto de lawfare, el Departamento de Estado y las agencias de inteligencia y seguridad impulsan movidas del sistema político, cuando no le conviene a Washington: intentos exitosos o fracasados de cambio de gobierno……Todas estas operaciones se hicieron, de una u otra manera, bajo la sombra de esta Doctrina. Así, gran parte de América Latina, salvo algunos territorios libres del hemisferio, se convirtió en lo que algunos denominan el patio trasero de EEUU.
Precisamente, en circunstancias en las que se acaba de producir el fallecimiento de Henry Kissinger, bajo cuya orden se hicieron todos los preparativos que permitieron el golpe de estado de Pinochet en Chile en septiembre de 1973, debemos articular la relación entre tal Doctrina y la política exterior de la real politik. Las violaciones masivas de los Derechos Humanos y la interrupción del orden democrático de nuestro vecino país, ponen en evidencia que, para Washington, los principios democráticos se subordinan a sus intereses.
Muchas iniciativas se hicieron en su nombre, o bajo su manto. La Alianza por el Progreso, el sistema interamericano de defensa (TIAR, JID), incluso la propia trayectoria “multilateral” de la OEA, o planes más específicos como el Plan Colombia (2000-2005), pero también propuestas de orden social y económico, hasta la Alianza del Pacífico.
Luego de la caída de la Unión Soviética y el advenimiento del monolateralismo norteamericano, aparecen nuevos conceptos como intervención humanitaria, acciones preventivas, operaciones en caliente, entre otras, que se desplegaron en diversas regiones del globo.
Un análisis objetivo de nuestras relaciones internacionales, debe responsabilizar a los efectos de esta Doctrina, el hecho que individual y colectivamente América Latina aun juegue un rol secundario en el nuevo orden internacional, y en la definición de los grandes asuntos globales.
Una salida es la de cortar definitivamente con las consecuencias e implicancias de tal doctrina. América Latina debe recuperar su equidistancia y evidenciar la colisión de tal Doctrina con principios esenciales de No injerencia en asuntos domésticos y soberanía nacional de los Estados.