4ta Transformación en México.

Héctor Díaz, analista mexicano

De la 4 ta transformación se habla y se escribe mucho. Sin tener claro muchas veces, qué significa. Para la oposición. La idea es pretender, de manera vana. Es que esta sea solo un slogan político sexenal más. Y para el gobierno actual, este movimiento no solo sería para poder lograr otro gobierno consecutivo, de modo que el pasado neoliberal no regrese. Sino también, una forma de conducirse en términos del actuar en el servicio público. Lo que queda claro, por sus índices de popularidad y lo masivo de sus actos públicos. Y el odio de la derecha. Es que la 4ta transformación: es el movimiento más importante que se ha fraguado en México desde la revolución, del siglo pasado.

Su propuesta: No mentir, no robar no traicionar. Es el eje de conducta y la vara con que se mide. Son los valores que distinguen a quien está en la lucha de hacer un parteaguas con un pasado donde se robaba, mentía y traicionaba al pueblo de manera cotidiana. Son, la respuesta inequívoca ante este abuso. Pero, con todo, va más allá. Para tratar de dar una idea de en qué consiste y del sustrato del que este movimiento emana. Diremos que de las tres transformaciones que ha sufrido el país: la independencia, la Guerra de Reforma y la Revolución. La Cuarta Transformación, tal vez, es la más importante de todas. 

Primero:  porque es pacífica.  El cambio se logró en las urnas, después de dos intentos previos en los que el fraude, no logró menguar el anhelo legítimo por un cambio que, por fin, se vio cristalizado el 2018. Y de ahí, no ha parado en sus logros electorales.

En segundo término: por qué en sí misma contiene las otras tres, y estas, se suceden al mismo tiempo. Veamos: 

A-Por una parte, buscamos la independencia energética, la independencia en alimentos. Vitales y básicos para el desarrollo pleno y la soberanía de un país. Buscamos también, la independencia del poder ejecutivo, de los poderes económicos. Que lo han asolado por décadas y sometido al servicio de sus intereses. Tiempos en los que vender y usufructuar al país, el regalar sus recursos y activos a modo, era la moneda de cambio de esos gobiernos de ladrones, que, bajo el eufemismo de neoliberales, se hicieron con las riquezas de las tres terceras partes de la nación.

B-Otra vez, como en la Guerra de Reforma, nos enfrentamos conservadores contra liberales.  Conservadores, que ven en el presidente Andrés Manuel López Obrador a un indio, a un naco, a un inculto, un plebeyo, un indio alzado, a un patarajada. Mismos adjetivos que los conservadores de 1858 le endilgaban a Benito Juárez. Y así, como ellos aspiraban a establecer un imperio con un emperador extranjero en el país. Estos conservadores buscan imponer el imperio neoliberal, del que son la élite privilegiada. Y esto con algún digno representante de su clase: blanco, guerito, que hable inglés y con estudios en el extranjero. Su actuar para lograrlo, es desestabilizar al gobierno actual para poder obtener el poder al precio que sea, e instaurar una dictadura de facto.

La guerra mediática atreves de los medios hegemónicos que controlan, no ha cesado desde la campaña electoral del 2018 a la fecha. Los ataques son también en redes sociales, donde difundir bulos y distorsionar o descontextualizar los hechos. Es el día a día. Se apoyan también en usar el partido judicial para que, por medio de amparos y litigios, se frenen las obras insignes de este gobierno y estorbar presupuestos, propuestas de leyes y reglamentos. La idea es desbordar al gobierno. Y si acaso esto no es suficiente, llevar su protesta a la calle. Donde ellos buscan crear condiciones de inestabilidad, alegando que enfrentan una dictadura. En ningún caso presentan contrapropuestas o cuando menos, un programa que pueda tomarse como plan de gobierno alternativo. No tienen nada. Solo decir que todo está mal y que estábamos mejor antes. 

C-También, al mismo, estamos viviendo una revolución. Una manera distinta de hacer las cosas, no solo en el gobierno. Los que votaron por el cambio, ven la oportunidad realmente de poder perfilar una revolución de valores, que permeé el inicio de una nueva cultura.  Un resurgimiento del país. El no mentir. No robar y no traicionar. Es la respuesta a décadas de abuso, corrupción, mentiras y vende patrias. Frente a décadas de derrumbe, de debacle económica y política que nos recetó el PRIAN*.

Una revolución, por la transformación del país que se encuadra dentro del estado de derecho, y que se defiende con sus propios medios, de ese ataque traidor de los conservadores. Y que busca contener esa elite nefasta, apoyando las políticas de un gobierno que establece como guía: primero los pobres, la austeridad republicana, y la honradez como medio de vida.

Ahora bien, en los 5 años que el gobierno de la 4ta transformación ha administrado el país. Los peligros que enfrenta esta transformación. Se encuentran   dentro de las contradicciones del partido oficial. Que debe (ría) enarbolar los valores de la 4ta.  Y en el proceso actual de sucesión. (Al margen de los ataques constantes de una derecha impugnadora y cero propositiva). Veamos las dos cuestiones:

El vehículo para alcanzar el poder, ha sido el partido de regeneración nacional: MORENA. Un partido que se fundó en el 2011 y que, siendo el partido más joven con presencia nacional, logró, al día de hoy, no sólo la presidencia sino también, 22 estados de la república, de 32 que la forman. En el 2018 se aceptó la alianza y la participación de algunos personajes cuestionados, polémicos y oscuros con la idea de poder alcanzar la presidencia, después de los fraudes que Andrés Manuel López Obrador había sufrido en el 2006 y 2012. La idea era sumar, todo lo que pudiera ayudar a lograr este esfuerzo. Y se logró.

Desde entonces, las 3 sucesivas dirigencias de este partido por un lado atacan y señalan, con justa razón, los fraudes de corrupción, y el pasado oscuro del Partido Revolucionario Institucional, como también el del partido Acción Nacional en el periodo neoliberal. Pero, por otro lado, acepta y da candidaturas a ex miembros de esos partidos, que, de manera reciente, abandonan su militancia, para ingresar a MORENA. Con menoscabo y humillación a las bases, que en muchos casos son, marginados y hasta expulsados. Esto, con el pretexto que no son conocidos ni tienen experiencia frente a los recién llegados. Por lo cual. El ciudadano común, empieza a diferenciar que una cosa es el partido, y otra es, la cuarta transformación. Que MORENA, no es sinónimo de esa transformación como así insisten las dirigencias de este partido, cuyas acciones son cuestionadas en varios estados al convertirse en solo una máquina electoral. Y no, en vigilante y difusor de los valores que definen la 4ta transformación. Una gran y dolorosa contradicción que se refleja cuando para preservar el movimiento, en las urnas. El militante y el ciudadano común, tienen que participar y votar, por candidatos que si mienten roban y traicionan. Muestra de ello, son el caso del estado de Nuevo León, donde se perdió estrepitosamente. O surge un candidato que se va a otro partido para enarbolar desde ahí, la cuarta transformación que debió de haber enarbolado el candidato del partido oficial. Pero cuyo historial político personal, no le alcanzó para lograr credibilidad. Caso Coahuila. Ante esta situación. Se prefigura ya un movimiento que desde la ciudadanía. Tome la bandera de la cuarta transformación ante la importancia de la misma. Rescatándola de aquellos políticos y dirigentes del partido que no le han honrado. 

Éste, sería el mejor legado que se le pudiera hacer al liderazgo indudable del presidente. El que la ciudadanía defendiera y tomara en sus manos, la antorcha de la cuarta transformación, y la exigiera no sólo a MORENA, sino a todos los partidos, para poder lograr un cambio profundo en la sociedad: no mentir no robar y no traicionar, como axis conductual En ese proceso ya estamos, con avances y retrocesos. La discriminación que ya hace el ciudadano entre el partido y él movimiento, es ya clara. Los tiempos actuales reflejan ya, la lucha por la sucesión de quién será el candidato presidencial por el partido MORENA y al mismo tiempo, heredero del movimiento por la cuarta transformación.

En él, participan, Manuel Velasco. Del partido verde, aliado nefasto del que MORENA se ha valido para hacer alianzas estratégicas electorales en distritos electorales claves. Un candidato subproducto del sexenio del expresidente Enrique Peña Nieto. Niño bonito, atildadito, limitadito y casado con una “estrella “En este caso, una cantante limitadita, acotadita, de magro talento, pero ampliamente difundida. Sin ninguna oportunidad de lograr la candidatura.

Ricardo Monreal, de MORENA, que precisamente porque es considerado por muchos, lo opuesto a los valores de la cuarta transformación. Tampoco tiene oportunidad alguna.

Pero, al que se le considera como un mal necesario por su peso electoral en algunas zonas. No alcanzará la candidatura presidencial, pero si tal vez otra. Gerardo Fernández Noroña, del Partido del Trabajo. Admirado por muchos, cercano al pueblo, no tiene tampoco oportunidad dado su distanciamiento con el presidente y fundador de MORENA, desde que ambos pertenecían al Partido de la Revolución Democrática. 

Adán Augusto López ex secretario de gobernación. Si bien muchos dicen que es de izquierda, su pragmatismo refleja que sus acciones son de un priísta. Un modelo que a muchos les ha sido casi imposible de superar. Posibilidades, pero mínimas.

Marcelo Ebrad ex secretario de relaciones internacionales. Es la izquierda que le gusta la derecha, hábil como político, muy inteligente, brillante. Cuando fue jefe de gobierno, impulsó los derechos civiles tradicionales de la izquierda. Aprobó el aborto, aprobó el matrimonio de personas del mismo sexo. Pero en términos económicos se manejó como neoliberal en el peor de los casos o en el mejor, como un social demócrata típico. Proclive a privatizar recursos y bienes comunes. Posibilidades tiene. Pero no alcanza a la puntera. De ahí, que sea muy posible que encuentre algún pretexto para romper su promesa de conservar la unidad, acuerdo entre los candidatos que no sean favorecidos por el voto de la sucesión, y se vaya algún otro partido a aprovechar, lo que, según él, sería la última oportunidad que tiene para alcanzar la presidencia.  En este caso, a través del partido movimiento ciudadano, y no se descartaría la posibilidad que también lo apoyara el partido verde e incluso el partido del trabajo, a no ser candidato ya el presidente Andrés Manuel López Obrador. 

Claudia Sheinbaum, exjefa de gobierno de la ciudad de México, va de puntera, y es quien para la mayoría representa los valores de la cuarta transformación y al presidente, al ser considerada como su alumna. Es una mujer brillante, que aún le falta abrirse y desenvolverse un poco más expresivamente, pero está haciendo una campaña al ras del suelo, como debe ser, y visitando todos los rincones del país. Con más llenos y audiencia que sus rivales. Generando entusiasmo y fervor entre los que asisten a sus eventos.

Hay un paralelo entre Lula y Dilma, y López Obrador y Claudia. No descartamos que, llegado el caso, suceda incluso un desenlace parecido, pero ese, será el tema de otro artículo. Mientras, diremos que la candidatura de Claudia Sheinbaum es inédita, no sólo porque es la primera mujer en ocupar la jefatura de la ciudad de México, sino también, porque sería la primera mujer en ocupar la presidencia de la República. El presidente Andrés Manuel López Obrador, dejó las bases para poder lograr una transformación de la gestión de gobierno, distanciada del modelo neoliberal. Orientado a la izquierda. Pero dejó muchas asignaturas y temas pendientes. Que de una forma u otra tendrá que asumir su sucesor.  Ahí está la clave: Si estas no se continúan y se ejercen, se matizan u olvidan. La cuarta transformación desaparece. Al menos, desde el gobierno. En este caso, Claudia Sheinbaum parece ser la indicada para poder profundizar en este proceso y enfrentar los temas que consciente y deliberadamente López Obrador dejó de lado (una reforma Fiscal que impliquen cobrar más impuestos a los más ricos del país, poder detener la reforma energética de Peña Nieto, de manera constitucional, y no sólo en los hechos, expropiación de activos y recursos nacionales adjudicados de manera cuestionada a particulares, por ejemplo.)

Frente a las elecciones del 2024. La presidencia se gana. A menos que suceda algo terrible e inesperado. El congreso en este caso, es vital para poder lograr reformas constitucionales. Para ello se necesitaría lograr una mayoría calificada que actualmente morena no ha podido lograr desde que ocupa la presidencia. Si MORENA sigue con su política de imponer candidatos que no representan los valores de la cuarta, y espera a que la gente vote por ellos por consigna o porque no tiene de otra, se arriesga a no conseguir la mayoría calificada e incluso la simple. Que actualmente detenta.

Por lo que para que la cuarta transformación tenga posibilidades de éxito, y pueda continuar su marcha, necesita una candidatura presidencial, que para las mayorías refleje que encarna los valores de este movimiento. Así como también, candidaturas que tengan que ver con estos valores en los cargos de alcaldes, gobernadores, diputados locales, diputados federales y senadores. Y en especial, que la ciudadanía tome en sus manos la bandera de la cuarta transformación, para exigir que ésta se cumpla a profundidad y no como una simulación. No está fácil. Pero tampoco imposible.

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