Por Nilo Meza
El título del presente artículo parece evocar la película dirigida por Irvin Kershner (1980) y, de algún modo, tiene sentido. Pues, lo que describiremos a continuación, trata de una operación militar norteamericana en el Perú que podría servir de referencia para una versión contemporánea de aquel film. No otra cosa puede significar el arribo de pelotones armados del Comando Sur a territorio peruano con la finalidad de “defenderse” de la amenaza que supone, no solo la insurgencia política y social en el Perú, sino la emergencia de gobiernos de izquierda y progresistas en su “patio trasero”. Esta avanzada, materialización de la cabecera de playa, en el marco de estrategias geopolíticas mayores, estaría allanando el camino para el arribo de contingentes mayores cuando llegue el momento.
Entonces, el arribo de más de 1200 militares estadounidenses a territorio peruano, no es un trivial intercambio de técnicas de acción militar y policial. Se trata de una respuesta con claras señales de intervencionismo en proporciones masivas y de larga duración que el imperialismo norteamericano, vía Departamento de Estado y el Comando Sur, ha puesto en marcha de cara a la “amenaza” de la ola de gobiernos progresistas y de izquierda en Latinoamérica convirtiendo al Perú en “Cabecera de Playa”.
No es para menos. Según los estrategas norteamericanos, lo que viene ocurriendo en la región es un “peligro para la seguridad nacional” de EEUU. La cobertura y logística para esta acción está plenamente cubierta con el Plan del Comando Sur denominada “una promesa duradera para América Latina 2019-2027”, cuyo objetivo es “ganar o recuperar” aliados en la región para “defender la patria estadounidense y nuestros intereses nacionales” y, con ello, detener la creciente influencia china y rusa en la región.
DESEMBARCO DE 1200 SOLDADOS Y SOBERANIA VIOLADA
El Congreso peruano, cada vez más ilegítimo y repudiado por la ciudadanía (6% de aprobación),
ha facilitado la violación de nuestra soberanía mediante Resoluciones Legislativas 31757 y 31758
que autorizan el ingreso a territorio nacional de más de 1200 militares armados, incluyendo
aviones de combate, para la ejecución de la operación “Centinela Resuelto 2023” que, usando
como coartada el entrenamiento de nuestros militares y policías en acciones de contra insurgencia,
convierte al Perú en Cabecera de Playa para conjurar la “amenaza” de gobiernos de izquierda y
progresistas que están convirtiéndose en una mayoría en la región.
Con esta decisión, el gobierno se somete a las directivas del Departamento de Estado y el Comando Sur del Ejército de los EEUU, sino que pretende consolidar su sistemática violación de la democracia y los derechos humanos en el Perú. Asimismo, se pone a disposición de la estrategia geopolítica norteamericana en Latinoamérica.
En ese marco, el desembarco de más de 1200 soldados norteamericanos debidamente apertrechados (balas y todo tipo de municiones), con apoyo naval y aéreo para “capacitar” al ejército y policía peruanos, el enorme despliegue de recursos destinados a recuperar presencia y dominio en la región desde territorio peruano, incluye el entrenamiento de nuestros militares y policías en acciones de contra insurgencia en regiones donde la convulsión social no cesa y amenaza con una pronta reactivación.
Entonces, la capacitación es apenas una coartada. La cierto es que se está enviando un mensaje claro a China y Rusia, pero también a los gobiernos “rebeldes” (Petro, AMLO, Arce y Lula, para no mencionar a Maduro) y los movimientos sociales que los respaldan.
LA GEOPOLITICA MUNDIAL VISTO DESDE LATINOAMERICA.
La disputa por la hegemonía mundial entre EEUU y China es pública y no necesita demostración. Esa disputa, por momentos, pone en vilo la paz mundial. Esta vez eligieron territorio ucraniano para medir fuerzas bélicas y tecnología asociada. Pero el impacto de esa confrontación llega a territorio latinoamericano en dimensiones que varían desde lo económico hasta lo cultural, pasando por acciones claramente bélicas o pro bélicas.
De aquí a diciembre, plazo legal en que realizarán sus “ejercicios y acciones de capacitación”, los militares norteamericanos instalados en territorio peruano, harán su mejor esfuerzo por alcanzar el objetivo de conjurar la “amenaza a la seguridad nacional de los EEUU”. Pero ¿Qué tiene que ver el Perú en aquella disputa por la hegemonía del poder en el planeta? Casi nada en términos económicos. Pero sí, bastante, en términos de la disputa por la hegemonía mundial. Si miramos al Perú desde el punto de vista geopolítico, veremos que hay razones suficientes para la intromisión grosera del imperialismo norteamericano. El Perú goza del privilegio de ser la vía principal de acceso de China al mercado sudamericano y a la cuenca del atlántico, nada menos.
Eso, en geopolítica, vale oro y EEUU no está dispuesto a dejarle libre la cancha a la creciente
influencia y presencia china y rusa en la región. La presencia china y su creciente influencia no solo en el área del comercio y la inversión, sino en el control de infraestructura estratégica en el comercio mundial, como son puertos en aguas profundas, el canal de panamá y alternativas en curso, telecomunicaciones, entre otros, está “erosionando” la capacidad competitiva de EEUU en el hemisferio. El Comando Sur busca
contrarrestar esta situación mejorando y ampliando los “programas de cooperación” con los países amigos y aliados de la región, así como estableciendo un fluido intercambio de información estratégica, para lo cual, entre varias acciones de contra inteligencia, se tiene previsto un plan de “transformación del cuerpo de inteligencia” del Perú. Para ello se cuenta con la activa cooperación de la Embajada de EEUU y la USAID repotenciada.
En el Perú, la operación “Centinela Resuelto 2023” fue sumisamente coordinada por la Cancillería peruana y la Embajada de EEUU en Lima. En realidad, la “coordinación” era la formalidad burocrática que encubría la sumisión previa del Ejecutivo. Su aprobación por el Congreso, era una cuestión de procedimiento que no mereció la más mínima discusión sobre la violación de la soberanía que se cocinaba con la presencia de más de 1200 soldados norteamericanos. Esta cantidad es muy superior a los 50 soldados norteamericanos que autorizó Vizcarra, o los 62 que autorizó Sagasti, o los 24 que alcanzó a autorizar Castillo. En general, cada intervención militar norteamericana en cualquier país que lo autoriza es con el objetivo de “contrarrestar las influencias malignas y asegurar a los socios regionales”.
Lima, 15 de junio de 2023