Por Ricardo Soberón, analista internacional
Este artículo, se refiere a la forma como la administración de Donald Trump enfrenta las cuestiones internacionales en general, cualquiera sea su agenda. Aunque no siempre obtiene lo que quiere, importa una nueva forma de relacionamiento con menos legitimidad.
En primer lugar, expresa su negativa y absoluto rechazo al sistema internacional en general, bajo la premisa de “America First”. Este parte por sus críticas abiertas y su poca confianza al sistema burocrático de la ONU, y a subsistemas particulares como el de la Corte Penal Internacional, el régimen de cambio climático, la UNESCO y la OMS post COVID. Este tipo de “diplomacia”, se ha evidenciado cuando los temas migratorios, comerciales, y por supuesto, con los de seguridad militar en particular, ocuparon la agenda internacional a instancias de las declaraciones de Trump. El reciente caso del bombardeo de las tres instalaciones nucleares en Fordow, Natanz e Isfahan, demuestran que se basan en el uso milimétrico de la superioridad tecnológica de alcance global, antes que los diálogos, las mesas de negociación o los enviados especiales.
Respecto a estos últimos temas, Trump ha utilizado la diplomacia del vasallaje con sus aliados en plataformas multilaterales de seguridad colectiva como las de la OTAN. Tal prepotencia, le han permitido asegurarle el incremento del gasto militar en 5% del PBI por país hasta el 2035 y con ello, muy importantes adquisiciones de armamento norteamericano. Pero también la ha utilizado con países individuales como Dinamarca respecto del territorio de Groenlandia, con México respecto del tráfico de fentanilo y los migrantes, pero también con países amigos (como el Canadá de Trudeau y el de Mark Carney). La imposición unilateral ha sido ejercida con mayor énfasis en el caso de países “enemigos” como es el caso de Irán, y en menor medida China. Otros enemigos como Venezuela y Cuba simplemente han recibido la reinstauración de las sanciones más drásticas, aunque cabe la salvedad de la visita de un enviado especial para negociar temas petroleros.
Un caso paradigmático de la diplomacia del vasallaje, fueron las emboscadas mediáticas en la Casa Blanca a los mandatarios de Ucrania y Sudáfrica, además de sus diferencias con el presidente Macron y el primer ministro de Canadá. Otro caso que merece la atención es la forma como abordó los hechos que ocurren con Gaza, al intentar explicar y justificar la acción militar abominable israelí; hizo propuestas para crear un resort turístico sobre los escombros de los crímenes cometidos contra 400,000 palestinos; continúo suministrando armamento sofisticado, municiones e inteligencia tecnológica al régimen de Netanyahu, además de un rechazo irrestricto a cualquier intento de condena multilateral al gobierno israelí desde la ONU.
Inicialmente, las declaraciones o trinos del presidente Trump en las redes pareciera que logran sus objetivos geopolíticos, tiene una importante cobertura mediática mundial por parte de las cadenas internacionales, que le asegura la atención de diplomáticos y políticos en los países donde va dirigido el mensaje. Así sucedió particularmente con el tema arancelario, pero luego cuando los técnicos en la diplomacia presentes en las Embajadas en Washington se relacionan con sus pares norteamericanos, logrando ventajas mayores o en cualquier caso, reduciendo los impactos negativos.
Esta nueva forma de percibir las relaciones internacionales no es nueva, ha sido predominante en los siglos XVIII y XIX en el trato que dieron los poderes coloniales a las excolonias latinoamericanas, incluidas las invasiones en Nicaragua, México y Cuba, o más recientemente en el siglo XX, con las intervenciones militares de EE. UU en Granada y Panamá, en el marco de la “Guerra Fría”. Ahora, este tipo de discursos se han instalado no como una excepción, sino como la regla desde la cual la casa Blanca y el Departamento de Estado miran y se relacionan con el mundo y no solamente a lo que se denominaba su “patio trasero”. De algún modo es una proyección de la doctrina Monroe del siglo XIX a la doctrina Trump del siglo XXI, basada en la amenaza o el uso de la fuerza en cualquier parte del mundo, sin ningún tipo de escrúpulo. Ello implica necesariamente la pérdida de su liderazgo universal y cualquier forma de legitimidad para su acción, a costa de anteriores alianzas, compromisos e instituciones.
Este discurso tiene consecuencias directas sobre el receptor del mensaje (es el caso de los ayatollahs, los comunitarios progresistas europeos, el Partido Comunista chino), o en el caso de sus aliados occidentales. Pero también tiene efectos colaterales sobre otros actores internacionales menos relevantes, como es el caso del Eje de la Resistencia en el caso del Medio Oriente (Hezbollahs, Huties, Hamas), pero también en el caso de los BRICs, y sobre todo en el eje latinoamericano donde presidentes conservadores como Millei, Bukele y Noboa se han encargado de aceptar a rajatabla los dictados: instalaciones militares americanas y programas de deportados extranjeros acusados de pertenecer al “Tren de Aragua”. Desde otra perspectiva, los presidentes Petro y Lula han tenido respuestas de compromiso en el caso de los migrantes deportados.
Ahora bien, hace falta hacer un análisis más fino sobre el nivel y peso de las amenazas que usa Trump en su discurso, para delimitar la efectividad de esta forma de diplomacia ejercida por Washington. Lo primero que debemos decir es que hay una distancia entre el discurso y la práctica misma. Tenemos tres ejemplos de ello:
Amenaza Inicial | Resultado Final | |
Aranceles | Imposición de aranceles a todo producto importado | Concesión de plazos, según cada país y según cada producto |
Rusia | Apuesta por terminar el conflicto en 24 horas | Aceptación del momento mismo del conflicto |
Irán | Ataque unilateral en medio de una negociación en el marco del Tratado de No Proliferación | Daños parciales y no ha tocado reservas de uranio enriquecido[1] |
Es decir, hay que tomar en cuenta que detrás de un discurso agresivo, prepotente y unilateral, siempre hay pie para el logro de concesiones. Pero, lo más importante es el nivel de socavamiento de los marcos e instrumentos actualmente existentes de Derecho Internacional, en ese sentido, durante este segundo mandato de Trump, Occidente y el Medio Oriente han cambiado irreversiblemente, pero a cambio, deja muy maltrecho un sistema que venía siendo objeto de severas críticas por diversos actores.
[1] https://www.nytimes.com/2025/06/24/us/politics/iran-nuclear-sites.html?bsft_eid=9bb1b704-ce1d-4369-b3d6-95d3df76fe2f&utm_campaign=global-nl-decisionpoints-wednesday062525&utm_source=blueshift&utm_medium=email&utm_term=nl&utm_content=global-content-nl-decisionpoints-wednesday-062525&m=e&s=bs&bsft_clkid=8f22ff3d-ca85-4541-bdb2-41cc29dd258d&bsft_uid=4a004fa2-a452-4380-bbcd-b6a16bb4b722&bsft_mid=3c205c8e-b7cd-455d-9695-03a3b76df252&bsft_txnid=3b9f0abf-e67b-466b-9aba-b1b936702bb6&bsft_mime_type=html&bsft_ek=2025-06-25T21%3A13%3A17Z&bsft_lx=16&bsft_tv=39&bsft_aaid=f604d1a4-d7cb-4f8e-8930-9abca6090544&cid=cfee0cb3-9240-4e95-87da-7489cc2bd248