Ricardo Soberón, analista
El 2024 ha sido un año de profundos cambios en el Medio Oriente, lo que se resume en la poca claridad que tienen los think tanks más importantes, para imaginar lo que sobreviene a la caída de Assad. Aún peor, es que observamos un escalón más en la materialización de una peligrosa escalada de los diversos conflictos en la región, en donde, aparte del problema de fondo entre Israel y Palestina, se encuentran también los intereses de EE. UU, Turquía, Rusia e Israel. Desde la incursión del 7 de octubre del 2023 en la que milicianos de Hamás incursionaron en los asentamientos israelíes lo que ocasionó la muerte de más de 1200 ciudadanos de ese país, muchas cosas han ocurrido en la región. Hasta los recientes sucesos del día 7 de diciembre con el derrumbe del régimen de Assad y medio siglo de vigencia del partido Baath en Siria, observamos la ocurrencia de un efecto “dominó” o “cascada” en los acontecimientos del Medio Oriente, que nadie pudo prever. Las 54,000 muertes en Gaza, pero sobre todo la magnitud del genocidio contra población civil indefensa interpela la limitada capacidad del sistema internacional de naciones en detenerlo y la hipocresía con la que Washington -demócrata o republicano- prevalece sus intereses.
La posterior invasión israelí del sur del Líbano con otras 4,000 muertes y 1 millón de desplazados muestran lo imprevisible de la ignición de actores y procesos. Luego entre abril y octubre del 2024 vendrían los idas y vueltas de ataques aéreos entre Israel e Irán, con el consiguiente debilitamiento de capacidad militares iraníes y los ataques quirúrgicos contra el liderazgo de Hamas y Hezbollah con la muerte de Nasrallah y Sinwar, respectivamente, surtieron su efecto en el debilitamiento del “Eje de la Resistencia”. Esta situación generada por los ataques israelíes abre nuevamente el tema de la seguridad estratégica de Irán y la posible revisión de su doctrina nuclear contenida en la fatwa del 2009, que prohíbe el desarrollo de tal arsenal: según IISS, cuenta con 199 kgs de uranio enriquecido al 60%.[1]
En simultáneo, los ataques yemeníes en el Cuerno de África le dieron una connotación extra regional a dicha escalada. La última secuencia con el derrumbe del régimen sirio, demuestran que muchas veces ocurren este efecto en los acontecimientos, frecuentemente incapaces de ser controlados por los mayores actores en juego. Los alcances del cese al fuego entre Israel y Hezbollah son aún muy limitados y las posibilidades de una paz justa para las partes, reducidas. 13 años de guerra civil, 500,000 muertos, 5 millones de desplazados. Es lo que ha producido la guerra civil en Siria. ¿Qué perspectivas que esto termine? Queda por evaluar el efectivo rol de las milicias islamistas para formar un gobierno alternativo, tras medio siglo de los Assad.
Detrás del enfrentamiento entre Israel e Irán, se encuentran las superpotencias por antonomasia, EE. UU y Rusia, y algunos otros poderes regionales como Turquía, Arabia Saudita o el propio Irán, unos más prevenidos que otros respecto a la evolución de los acontecimientos. Acaso, ¿se producirá la ruptura de un débil equilibrio regional? La situación se explica por la convergencia de varios factores, o como dice El País, “la interconexión de crisis geopolíticas”[2]. Tampoco podemos desdeñar el aspecto energético que explica en parte la crisis del este del Mediterráneo[3]. Una mezcla de política doméstica, asuntos geopolíticos, económicos y confesionales entre sunníes y chiitas, pueden ayudar a entender la situación y, sobre todo, abrir las perspectivas al futuro. Hay que señalar la poca voluntad de la comunidad árabe en general para sentar una posición firme alrededor de Palestina.
Hay lugar para hacer algo de prospectiva. La absoluta hegemonía militar de Israel sobre Gaza, el sur del Líbano, y la zona desmilitarizada de los Altos de Golán. Estamos frente a una pérdida de influencia de Irán y el accionar de Hezbollah desde Siria; acaso la pérdida de proyección político militar de Rusia en África, con la consiguiente posible pérdida de las bases de Memeimeem y Tartus. Una probabilidad luego de la asunción de Trump, es el retiro de los 900 soldados americanos de Siria, así como detener actividad aérea de bombardeo de posibles blancos ISIS. Otro tema, es el de las sanciones y dejar de considerar a Hayat Tahrir al Sham (HTS), como grupo terrorista. Lo cierto es que, para la nueva administración de Trump, la situación en Siria no es lo más oportuna para el injicio de su política exterior y le pondrá rápidamente las “barbas en remojo” entre el discurso electoral y la real politik: ¿deberá el nuevo presidente de EE. UU. contenerse siendo fiel a su política de no involucramiento?
El futuro del nuevo régimen en Siria, en medio de pugnas entre yijadistas e islamistas de diversas tendencias, pareciera inclinarse hacia Occidente, aunque aún hay muchas cartas en juego. Es necesario volver al núcleo del Comunicado Final de Grupo de Acción para Siria y la Resolución 2254 del 2015, tiene muchas dificultades. Pero por lo pronto, evitar la influencia de actores, aunque muchos de ellos tienen intereses importantes en el acontecer de la Siria post Assad. Tres posibilidades, continuación de crisis y fracturas territoriales, vacío de poder, o la reconstrucción de un Estado islamista, más prooccidental y alejado de Irán. En definitiva, ninguno de los efectos geopolíticos que ocurren en el Medio Oriente esta desconectado, o aislado, lo que complejiza las salidas duraderas a los conflictos.
[1] “Iran´s weakened position and the status of its nuclear option“, International Institute for Strategic Studies, december 2024.
[2] https://elpais.com/internacional/2024-12-08/como-la-interconexion-de-crisis-geopoliticas-acabo-con-el-asad-en-siria.html
[3] “Turbulence in the Eastern Mediterranean, Geopolitical, Security and Energy Dynamics”.
https://www.iiss.org/publications/strategic-dossiers/turbulence-in-the-eastern-mediterranean