Por: Ricardo Soberón Garrido[1]
Indudablemente, la realidad de los 194 países pertenecientes a la comunidad internacional dista de ser como lo señala la Carta de la ONU o cualesquiera de las Declaraciones de Derechos Humanos: ni las disposiciones de las decenas de tratados internacionales se cumplen, ni los derechos ni las obligaciones jurídicas se aplican por igual. Las diferencias son muchas y son abismales, entre los diez países más industrializados y desarrollados y los 118 países que pertenecen al Sur Global: entre ellos 33 países latinoamericanos, 47 africanos y 38 de Asia Pacífico[2]. Aunque ha sido objeto de diversas críticas[3] por su contenido un poco vago, no es necesariamente un concepto de carácter geográfico, sino referencial en cuanto a los impactos distorsionados de la globalización sobre ellos y sus sociedades: nos referimos a países de ingresos medios o bajos. Involucra a economías, mercados y sociedades emergentes, así como los tradicionalmente llamados países “en desarrollo”.
- 43.2 millones de personas en América Latina y el Caribe, padecen hambre (6.5%)
- 201 millones de personas en ALC viven en situación de pobreza (32.1%). Fuente: Perspectivas de la Agricultura y del Desarrollo Rural en las Américas, 2023-2024, FAO, CEPAL e IICA.
Otro factor importante que diferencia el norte industrial del resto del planeta es el ejercicio de poder global, bajo el denominado derecho de veto en el marco del sistema de la ONU: de los 5 miembros con ese derecho unilateral, solo uno es del Sur Global (China, 21.1% del PBI mundial), desequilibrando la balanza de la gobernanza mundial, permitiendo la priorización de los intereses nacionales egoístas -seguridad, economía- a una efectiva convivencia democrática internacional. En los últimos años y de manera cada vez más visible, la ONU y sus agencias han perdido su capacidad de intervención efectiva, tanto en la prevención de la conflictividad, como en el área económica y social. La gran parte del África desfallece por la diversidad de conflictos y guerras civiles (Sudán, Libia, Congo), mientras que los países de América Latina caen más profundamente en las redes del crimen organizado, como lo demuestran las cifras de México y Ecuador. El mayor ejemplo de ineficacia de la estructura de Naciones Unidas, son dos hechos: la debilidad de la reacción institucional frente a la gravedad de las masacres de Gaza y otro previo, el accionar en el desmadre que se produjo antes, durante y después de la pandemia del COVID y las profundas limitaciones de la Organización Mundial de la Salud para reaccionar frente a la crisis sanitaria entonces, y ahora mismo, con el advenimiento de la epidemia del dengue que solo en América Latina tiene 600,000 casos reportados. Hoy en día, a nivel político, académico e institucional se percibe el vacío dejado en la escala global por la ONU, ante la aparición de nuevos foros como el de los BRICs.
Es el caso de los indicadores macroeconómicos (PBI, así como otros índices), la limitada capacidad de cumplimiento de los 17 compromisos de la Agenda 2030, capacidad industrial y/o tecnológica, las cifras comerciales, el pago de la deuda respecto de los recursos financieros que reciben por concepto de desarrollo (ver Debt Service Watch, así como la Iniciativa Países Pobres Altamente Endeudados), por señalar algunos ejemplos.
Los niveles de desarrollo económico entre los miembros del G-7 y OECD, tales como el acceso a servicios básicos como salud y educación las diferencias son dramáticas, no solo dentro de las poblaciones de esos países, sino en promedio, respecto de las sociedades rurales que incluyen a millones de campesinos, desplazados, indígenas, todas parte de sociedades rurales que sobreviven mientras que tienen que enfrentar las consecuencias de la agricultura mecanizada, la expansión de los grandes monocultivos de soja y palma aceitera así como los productos genéticamente modificados (el maíz, en el caso mexicano). Otro aspecto de la confrontación Norte Sur, se da entre una formal promoción del libre comercio respecto de espacios comerciales en el Sur (próxima cumbre APEC, eternas negociaciones entre TLC UE), pero en la práctica, se dan distinto tipo de restricciones -arancelarias y tarifarias, sanciones y guerras comerciales- que se imponen desde el Norte, supuestamente por cuestiones ambientales.
Como dice el japonés Kohei Saito[4], los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se convierten en una gran excusa discursiva para no abordar efectivamente el problema -y las causas reales- del calentamiento y la crisis global. Estos, se siguen basando en la idea del crecimiento económico ad infinitum, disfrazado de crecimiento “sostenible” y son objeto del accionar de grandes agencias dependientes de la cooperación de los países industrializados y sus satélites (PNUD, PNUMA, FAO, PMA), que siguen dependientes de los fondos que proporcionan los países emergentes. Es el complejo tema de los subsidios a los combustibles fósiles que llegan el 2022 a US$ 57,000 millones en América Latina[5], favorecen el transporte privado y las grandes empresas, no reducen la pobreza y generan mayor impacto climático; sin embargo, cualquier intento de reducirlos enfrenta situaciones de convulsión social como ocurrió en Venezuela (1998), Argentina (2016), México (2017) y Chile (2019).
En el caso de la fabricación mundial de armas y tecnologías bélicas, también se refleja esta asimetría perversa, en circunstancias de aumento de los escenarios prebélicos al espacio exterior, la Antártida y el fondo de los mares. La magnitud e influencia del complejo industrial militar es enorme. Entre las principales 20 empresas fabricantes de armas, hay cuatro de origen china. El mayor proveedor mundial es Lockheed Martin (US$ 63,334 millones), seguida de RTX (US$ 39,600 millones) y Northrop Grumann (US$ 30,971 millones)[6], con su mayor cliente, los EE. UU y sus aliados europeos haciendo grandes negocios proveyendo las armas que solicitan los ucranianos.
Luego tenemos el tema del manejo de la información las grandes cadenas y agencias noticiosas encargadas de hacer ver una determinada forma los asuntos de importancia mundial, sobre la base de la preeminencia de los valores occidentales, una compleja red de circulación de la información -redes- y ahora el manejo de las nuevas tecnologías. Lo que vemos, escuchamos o leemos, está preconcebido, para darnos una impresión: ese es el arte de Netflix, HBO y otras grandes multinacionales[7].
Otra característica fundamental común a los países del sur global es que en mayor o menor medida sufren el saqueo de sus recursos naturales, sean agua, minerales, energía, para sustentar el “modelo de vida imperial”[8]del Norte industrial. Ocurre a nivel doméstico con mineros ilegales, cocaleros amazónicos, además de obreros, informales, las maquilas de ropa, entre otras, que son obligados a moverse entre la ilegalidad y la informalidad. EE. UU.UK y en general la antigua alianza transatlántica, parecen haber perdido el rumbo del liderazgo global que ejercieron después del desembarco de Normandía (1944). Se necesitan acciones definitorias, en búsqueda de una verdadera gobernanza global fundada en la independencia, autonomía, unidad y auto fortalecimiento de las partes que la componen.
[1] Abogado peruano, analista internacional.
[2] https://owsd.net/sites/default/files/Spanish%20-%20Global%20South%20Countries.pdf
[3] https://carnegieendowment.org/research/2024/05/global-south-colonialism-imperialism?lang=en
[4] SAITO Kohei, “El Capital en la Era del Antropoceno”.
[5] https://elpais.com/america-futura/2024-05-28/los-gobiernos-latinoamericanos-subsidian-la-contaminacion.html
[6] https://es.statista.com/estadisticas/1419259/principales-fabricantes-de-armamento-a-nivel-mundial-segun-ingresos/
[7] PEIRANO Marta, “El Enemigo conoce el Sistema. Manipulación de Ideas, Personas e Influencias después de la Economía de la Atención”, 2019.
[8] Ulrich Brand, Markus Wissen.