Por: Ricardo Soberón[1].
La posición internacional sobre la situación en Cuba, Nicaragua y Venezuela, respectivamente, está llena de acusaciones en contra de sus respectivos gobiernos (muchos llamarían regímenes), por lo que representan como proyectos políticos de larga data. Tales críticas provienen particularmente, de parte de lo que en la academia se denomina lo “políticamente correcto”, hasta los corredores diplomáticos usuales en Washington (OEA) o Nueva York (ONU), pasando por una prensa hemisférica usualmente poco adepta al análisis profundo. Déjenme empezar con una oración provocadora: ni Castro, Ortega o Chávez/Maduro, han sido muy distintos en sus desvíos, que Pinochet, Somoza, Reagan o Fujimori. De uno u otro lado del espectro se les puede acusar política o jurídicamente.
Son indudables los errores, problemas y obstáculos que en diversos momentos han representado y representan los gobiernos de La Habana, Caracas y Managua, de cara a lo que hoy conocemos como Democracia, Derechos Humanos y otros valores occidentales, que nos han sido inculcados por el sistema educacional actual. Habría que hacerse la pregunta, ¿cómo aplican los EE. UU los principios de la democracia aplicados a las relaciones internacionales? El uso indiscriminado del veto, las acciones unilaterales (militares y policiales), el no respeto a normas de derecho internacional en materia comercial, ambiental, etc.
Seguramente, muchos analistas y opositores tildarían de “blanda” la caracterización que hago de la situación que se vive en esos países, pero es que a la luz de las circunstancias y la prospectiva que se puede hacer de cara a los próximos años, es necesario evaluar la funcionalidad de la forma como la comunidad internacional tradicionalmente ha reaccionado frente al deterioro que se vive en esas tres sociedades.
Lo más frecuente ha sido y es recurrir al ostracismo, arrinconamiento, aislamiento diplomático y condena política, en cuanto foro político se ha presentado. Me refiero particularmente al comportamiento individual y colectivo de la comunidad hemisférica latinoamericana, más allá de sus periódicas oscilaciones pendulares, como consecuencia de los procesos electorales clásicos.
Ya ha pasado mucho tiempo desde 1959, 1978 y 1998, respectivamente, para entender que se trata de procesos políticos particulares con sus propias historias y consecuencias. Serán los propios pueblos que definirán su lugar en la historia.
En simultáneo, debemos considerar que nuestra propia región también ha pasado por oscuras dictaduras militares (Cono Sur), violaciones sistemáticas a los DDHH (investigadas por el sistema interamericano) diversos grados de impunidad frente a ellas (leyes de punto final, prescripción u otros), adicionado a visibles casos de corrupción institucional (Odebrecht), mantenimiento de un alto grado de brechas sociales, el mantenimiento de un modelo extractivo absolutamente perjudicial para nuestras sociedades y ecosistemas, y no por ello, se descalifica al país.
Un problema inicial que quiero anotar es el bajo nivel de autonomía que los más de 30 países hemos tenido para definir la forma de abordaje de las relaciones con esos tres países hermanos, tanto en foros regionales como globales (ONU, OEA, CELAC, Cumbre de las Américas[2]). Sería bueno, por un momento separar en nuestro análisis los gobiernos, de los Estados, de las sociedades que los componen. Son muy antiguas y trascendentes las relaciones de afinidad que existen entre el resto de los países latinoamericanos con sociedades hermanas en América del Sur, el Caribe y América Central, como para poner todos los problemas políticos en el mismo saco.
Hay que anotar la incapacidad de muchos de nuestros países para tener iniciativas y la suficiente flexibilidad para abrir una tercería de dialogo y negociación que pudiera ser más eficiente que las medidas unilaterales. Los casos del “Grupo de Lima”, Barbados, son experiencias parciales que fueron objeto de tergiversación por los distintos actores.
Por otro lado, no hemos sido capaces de contrastar -según nuestra propia visión y de acuerdo con nuestros propios intereses- la opinión hegemónica proveniente de Washington respecto a estos tres países: desde el sistema de sanciones, embargos, bloqueos impuestos unilateralmente, hasta las tibias salidas a la situación política reinante.
Si analizamos el resultado de las sanciones impuestas, a la luz de la duración de los mencionados gobiernos, vemos que no han tenido resultado. Mas bien, han producido una radicalización de las posiciones de cada uno de los gobiernos. Se han empeorado las condiciones de pobreza imperantes, lo que ha llevado al aumento de la migración precisamente, hacia Estados Unidos (según ACNUR y OIM). La política unilateral de la descalificación a través de certificaciones, listas negras o evaluación de situación[3], en determinados temas (drogas, trata de personas, etc.), no es justa, equitativa, ni eficaz.
Por todo lo anterior, deberíamos discutir la conformación de un espacio exclusivamente latinoamericano, con participación de los tres gobiernos involucrados para identificar y empezar a abordar una agenda común en temas que nos son esenciales, dejando para un tiempo posterior, las cuestiones que nos son más complejas. Un punto de partida podría ser:
- No debemos permitir la intromisión de terceros actores distintos al ámbito latinoamericano;
- Debemos solicitar gestos concretos de los tres países aludidos, en materia de Derechos, garantías electorales, participación política;
- No debemos participar en iniciativas provenientes de fuera de nuestro ámbito geográfico, cuando se refiere a la situación en estos tres países;
- Debemos tener una sola posición conjunta respecto a actos unilaterales, sanciones u otras medidas coercitivas.
[1] Abogado, internacionalista peruano, rasg642000@yahoo.com
[2] https://es.euronews.com/2022/06/06/americas-cumbre
[3] https://www.state.gov/reports/2023-trafficking-in-persons-report/
https://www.state.gov/international-narcotics-control-strategy-reports
Un comentario
Muy buen artículo Ricardo Muy necesario y valiente en el actual periodo político y geopolítico que atraviesa Nuestra America. Considero que ya debemos decir basta a que el imperialismo es el culpable de lo que sucede en esos tras países hermanos. También hay responsabilidades de los tres regímenes y sus liderazgos. Y ello hay que decirlo también en el Foro de São Paulo, el Grupo de Puebla y otros espacios internacionales. Denunciando siempre la principal responsabilidad del imperialismo USA, la UE y la OTAN, no hay que ponerse de espaldas a una realidad: la ideología neoliberal extractivista, individualista y depredadora, nos ha carcomido el cerebro y el corazón también a los que somos de izquierda y progresistas. Hugo Cabieses